El éxito de España en el tren de alta velocidad: dudas, retos y oportunidades futuras

España se ha consolidado como un líder mundial en el ámbito de los trenes de alta velocidad, destacándose por su vasta red ferroviaria que ha cambiado la forma de viajar en el país y ha posicionado al AVE como uno de los símbolos de la modernidad española. Desde su lanzamiento en 1992, la línea Madrid-Sevilla fue solo el comienzo de una expansión que ha llevado al país a contar con casi 4.000 kilómetros de vías en funcionamiento. Con este avance, España ostenta la segunda red de alta velocidad más grande del mundo, solo por detrás de China, un gigante en términos geográficos.

A lo largo de los años, el AVE ha transformado la conectividad entre ciudades, reduciendo drásticamente los tiempos de viaje y posicionándose como una alternativa al transporte aéreo. Sin embargo, a pesar de su éxito, la apuesta por la alta velocidad ha generado diversas críticas relacionadas con los elevados costos de construcción, la rentabilidad de las inversiones y el impacto sobre otros servicios de transporte.

La evolución del AVE: un ejemplo de actualización

La red AVE comenzó a desarrollarse en un momento de cambios económicos y políticos en España, favorecidos por la recepción de fondos de cohesión de Europa tras la incorporación del país a la Comunidad Económica Europea en los años 80. La alta velocidad se introdujo por primera vez en 1992 con la apertura de la línea Madrid-Sevilla, como parte de las iniciativas para actualizar la infraestructura nacional y posicionar a España como un país avanzado en el contexto de eventos globales como la Exposición Universal de Sevilla.

El AVE no solo transformó la forma de desplazarse, sino que se convirtió en un elemento esencial para el desarrollo regional. En las décadas siguientes, el servicio se extendió hacia otras ciudades como Barcelona, Valencia, Galicia y, más recientemente, Murcia. Según ciertos estudios, esta red ha contribuido significativamente a potenciar la conectividad interna y ha sido clave para el crecimiento del sector turístico, haciendo de España uno de los destinos más populares a nivel global.

El impacto económico y social: ¿realmente rentable?

Aunque el crecimiento del AVE ha sido notable, los datos asociados no siempre respaldan los gastos que su desarrollo ha supuesto. De acuerdo con la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal de España (Airef), se ha invertido más de 55.800 millones de euros en la creación de la red, cifra que sobrepasa significativamente a la de medios de transporte más asequibles, como los trenes convencionales de media distancia o los servicios de cercanías. Esto ha provocado un debate sobre la viabilidad económica del AVE, ya que, a pesar de los beneficios ambientales y la disminución de accidentes, las expectativas de rentabilidad económica no parecen justificar las inversiones.

Además, a pesar de que la red se ha ampliado considerablemente, con nuevos tramos y estaciones, el número de pasajeros no siempre ha alcanzado los umbrales esperados para que el servicio se considere financieramente rentable. Según la Comisión Europea, un umbral de 9 millones de pasajeros anuales sería ideal para justificar la construcción de nuevas líneas de alta velocidad, pero solo algunas de las rutas más importantes, como la Madrid-Andalucía, han superado esa cifra.

En cuanto a los efectos socioeconómicos, algunos expertos critican que, lejos de beneficiar a las poblaciones más pequeñas que deberían ver un impulso económico, el AVE ha concentrado las inversiones y el desarrollo en las grandes ciudades, como Madrid y Barcelona. Esto ha resultado en un debilitamiento de las economías locales en áreas intermedias, como Ciudad Real y Puertollano, que no han experimentado los beneficios esperados del AVE.

La liberalización del AVE: ¿una solución a la sobrecarga?

En 2021, el panorama del AVE en España vivió un cambio significativo con la liberalización del servicio. Antes de esto, Renfe, la empresa pública de trenes, mantenía el monopolio en la red de alta velocidad. No obstante, con la llegada de nuevos competidores como Iryo y Ouigo, que son subsidiarias de grandes compañías internacionales como Trenitalia y SNCF, la competencia se ha intensificado, resultando en una disminución de tarifas de los billetes, alcanzando descuentos de más del 35% en ciertos trayectos.

Este ajuste ha motivado un aumento notable en la demanda, con un 77% más de usuarios en el año 2024, alcanzando un total de 40 millones de personas. Aunque ha habido este crecimiento, los recientes aumentos de problemas y demoras han generado críticas sobre la calidad del servicio. Las estaciones, que han expandido en número y cantidad de pasajeros, ahora enfrentan un cuello de botella, ya que la infraestructura tradicional de trenes no ha avanzado al mismo ritmo que los trenes de alta velocidad. Estas dificultades operativas han perjudicado la reputación de uno de los servicios más representativos de España, anteriormente reconocido por su puntualidad y calidad.

Retos y visiones para el futuro

El futuro del AVE dependerá de cómo se resuelvan los retos actuales relacionados con la sobrecarga de las estaciones y la integración de la red convencional con la de alta velocidad. Aunque se prevé que los precios seguirán siendo más asequibles para los consumidores, los expertos coinciden en que las inversiones adicionales serán necesarias para resolver los problemas de infraestructura.

Además, con la creciente importancia de la sostenibilidad en el sector del transporte, España sigue viendo al AVE como una pieza clave en su apuesta por la transición ecológica, al ser una opción menos contaminante en comparación con el transporte aéreo y por carretera. La Comisión Europea, en sus esfuerzos por reducir las emisiones de carbono, también está centrando sus políticas en fomentar el uso del ferrocarril, lo que podría beneficiar a España como líder en este sector.

En conclusión, aunque el AVE ha sido un símbolo de modernización y desarrollo económico para España, su rentabilidad y eficiencia siguen siendo temas de debate. La evolución del servicio dependerá de su capacidad para adaptarse a los nuevos desafíos de infraestructura, competencia y sostenibilidad, así como de su capacidad para equilibrar las inversiones con los beneficios sociales y económicos a largo plazo.

Por Rubén Soto Carmona